Diario de Río: Capítulo final.
Stefany Hernández y Yoel Finol, dos de los tres medallistas en Río 2016 Foto: Luis Laya |
Venezuela, por lejos, logró su mejor actuación en la historia de unos juegos olímpicos. La edición 2016 de la cita deportiva por excelencia demostró una vez más que el país tiene madera para competir en escenarios de alto rendimiento. Madera. Pero hasta ahí. Aún no somos élite. Y estamos a una distancia superlativa.
Esto no se trata de deslegitimar el triunfo de los tres atletas que obtuvieron medalla. Yulimar Rojas, Yoel Finol y Stefany Hernández, no tienen la culpa del retroceso que vive el país. Cada quien desde su trinchera hace el mayor esfuerzo por lograr su objetivo. O al menos, conseguir lo anhelado. Pero no es suficiente. Ya lo decía la medallista de bronce en el ciclismo BMX, disciplina si se quiere, nueva en la amplia gama deportiva. "Le doy una alegría a mi país y eso me contenta, pero no estoy satisfecha completamente. Quería ser campeona", expresó.
A muchos podrá sonarle soberbio de parte de Stefany Hernández el decir eso. Alguno dirá, "caramba, pero, esta muchachita ganó una de bronce, ¿y se queja? Como si fuera tan fácil de ir a unos juegos y ganar una medalla..." El problema no es solamente clasificar a una cita olímpica, que seguro es muy complicado el trayecto, sino tener la preparación adecuada para competir dignamente y sumado a eso, obtener el triunfo más anhelado. Una medalla de oro. Eso habla del espíritu ganador de ésta atleta. Y que capaz, muchos deportistas pensarán así, pero pocos se atreven a expresarlo tan sinceramente.
Stefany Hernández felicitando a Mariana Pajón. Foto: AP (Archivo) |
De allí parte todo. La ciclista nacida en el estado Bolívar, tuvo que irse a Suiza para foguearse internacionalmente y gracias a eso, está en la élite. Encumbrada, junto a la colombiana doble-medallista dorada Mariana Pajón. Se acostumbró al éxito. A ganar. A ser campeona. Y por eso, lo expresado. Pero, ¿que dirán los otros atletas que no tuvieron o han tenido su suerte?
Seamos justos y sinceros. La delegación más numerosa en la historia del olimpismo venezolano, tuvo una cosecha de tres medallas (una plata, dos bronce) y al mismo tiempo 12 diplomas olímpicos. Para el venezolano, inconforme en su ADN, le parecerá poco. Y probablemente sea así. El estado, a través del gobierno de turno y según sus propias informaciones, destinó 150 millones de dólares para toda la preparación de los atletas con miras a la justa que recién finalizó en Brasil. Eso, en cifras redondas, es demasiado dinero. Así visto por encima, no deberían haber quejas, ni de aficionados, ni de atletas, entrenadores. De nadie. Pero...
Lo expresado por algunos de los deportistas diverge de esas cifras que encandilan. Muchos de ellos, como el nadador de aguas abiertas Ervin Maldonado, quizás el más duro en cuanto a críticas, fue el primero en soltar algunas verdades. No todo ese dinero fue destinado a los atletas con real chance de obtener su clasificación a Río. Y ni hablar de los que tenían clara opción a medalla. Esos recibían una parte, pero no lo justo y prometido. Pero examinemos otro punto, ¿por que discriminar?
¿Acaso Maldonado es culpable que la disciplina que practica sea tan exigente, que solo unos pocos pueden lograr un éxito? ¿Por eso debe ser "castigado" con un miserable aporte? El muchacho, ya sabemos su historia, tuvo que despojarse de pertenencias valiosas (y en un país como Venezuela, tan necesarias como un automóvil) para poder costear su preparación a Río. Eso señores, no es justo. Así como tampoco lo es para aquellos que vivieron la misma situación, pero que quizás por temor a represalias no lo cuentan.
No se trata de ver el vaso medio lleno. El famoso reportaje de la revista Semana de Colombia, fue esclarecedor y al mismo tiempo, estremecedor. Al que no lo haya podido revisar, los invito a leer aquí http://www.semana.com/deportes/articulo/todo-lo-que-brilla-es-oro/489571
Ojo que tampoco se trata de hacer periodismo de periodistas. Las cuentas son claras. Nadie descubre el agua tibia aquí. Colombia probó que su avance deportivo no es casual. Es a todas luces, causal. Eso, decía mi abuela, picarona de las buenas: "Bojoticos van, para que bojoticos vengan". Fueron muchos años de fracasos hasta Atlanta 1996 y cuatro lustros después, amenazan con desbancar a Cuba como la potencia latina, y cuidado, también a Brasil como los número uno del hemisferio.
Llegada de los atletas a Maiquetía desde Río. Foto: Luis Laya |
Pero todo eso se logra con esfuerzo, esmero, dedicación y por supuesto, organización. Ya el primer día ocurrían detalles, nimiedades que no deben pasar. Para el día del debut de la selección criolla de baloncesto, campeones del continente y de toda Sudamérica, no estaban aseguradas las credenciales para gran parte del cuerpo técnico del entrenador Néstor García. El hecho, hizo que el coach no asistiera al desfile inaugural como medida de protesta y en solidaridad con su equipo de trabajo.
Afortunamente el detalle se solucionó pero, amén que en ese primer encuentro contra Serbia, las opciones de triunfo eran a nivel milagroso, ¿con que mentalidad entraron los muchachos a la cancha? Si ya comenzando afrontas problemas, ¿como sales a desempeñarte bajo presión, con la mente desorientada por tonterías que no deben ocurrir? Eso aplica en todo ámbito de la vida, amigos míos.
Las medallas de Yoel, Stefany y Yulimar son una hazaña. Vistas las cosas como ocurrieron. Y quienes fueron diplomados, también deben ser reconocidos, independientemente que unos egoístas (menos mal son pocos) no quieran aceptar que quedar entre los ocho mejores en disciplinas donde compiten unos verdaderos titanes, es realmente meritorio. ¡Pero hey! No debemos quedarnos solo con esos logros.
Debemos ver más allá. El estado, debe ver más allá. No es solo regalar casas o carros por haber obtenido una distinción olímpica. Es velar de una vez por todas por que la preparación de los atletas sea óptima. Humana. Sincera. Yo soy uno de ellos y le digo al gobernante de turno, llámese como se llame y de la tendencia que sea: "Gracias por la casa, por el carro, pero también quiero alimentarme bien. Prepararme bien. Y foguearme bien. No quiero dar pena más adelante. Quiero ser el mejor".
Obvio que no se compite solo. Ni como se dice popularmente y hasta de forma peyorativa, "los demás no son mochos". Ellos también se preparan con ahínco y con esfuerzo. Y con una ayuda seria y responsable. Sin pagar cuotas políticas o favores partidistas. Sin etiquetarlos de rojos o azules. Sin caer en el egoísmo de no brindarles el apoyo porque no están de acuerdo como se manejan las cosas, desde el pico hasta el piso más bajo del triangulo del poder. Allí el primer error. Y vaya como se ha pagado.
Que estas 15 distinciones olímpicas no se queden en recuerdos. Ni generen propagandas. Que lo hecho por todos esos atletas sirva de estimulo para de verdad, ayudar al deportista que realmente desee triunfar. Eso es hacer patria. Pero además, que ese atleta sea dignificado con instalaciones deportivas de élite. No elefantes blancos, abandonados por la desidia y el desinterés. Eso evitará el éxodo, que ya de por si es alarmante y deprimente.
El camino a Tokio 2020 comenzó. Foto: Luis Laya |
Se habla del "plan Tokio 2020". Y no es caerle de una vez a piedras a algo que ni siquiera es un proyecto en papel. Yo, al menos, lo llamaría de otra forma. No sólo establecerlo de hoy a cuatro años. Yo quiero más éxitos en 2020, pero también lo deseo para 2024, 2028 y todos los dos mil y tantos venideros. Que mi país se convierta en una verdadera potencia. Quizás sea utópico pensar así, pero es que por no ser de esa manera, es que creo, estamos sumidos en esta desazón en la que vivimos.
Bienvenidos todos los éxitos deportivos de aquí en adelante. Sean del ciclo olímpico o de cualquier rama deportiva. Se lograron tres medallas. Se igualó y diría, se superó lo hecho en 1984. Probablemente, alguien lo pensó en esa oportunidad. Ahora lo divagamos de nuevo. Y ahora, ¿que sigue?