CRÓNICA DE UN
VOTANTE
Gabriel “Gabo” Chávez
A las 6:00 de la mañana me despierto, pero no para ir a
votar, me despierto porque mi pequeña hija reclama que prenda el televisor, le
pongo su canal preferido y ella se queda tranquila viéndolo mientras aprende los
números en inglés, yo sigo ahí, echado, luchando con mi mente para que haga
levantar a mi cuerpo que se niega a comenzar el día.
Pasada una hora decido levantarme de la cama y desayunar,
leo la prensa veo ofertas en árboles de navidad, juguetes y otras cosas, abro
el cuerpo de deportes y leo que las Águilas volvieron a perder, ya lo sabía
desde la noche anterior pero el masoquismo me lleva a leer la crónica del
juego.
Me baño y estoy listo para ir a votar, pero antes debo
llevar a mi esposa a sufragar (no lo
hacemos en el mismo centro). Cuando me desocupo es ya de mediodía, ahora sí me
toca a mí, debo ejercer mi derecho al voto, el mismo que he venido ejerciendo
desde hace 15 años.
Llego al centro de votación y veo caras conocidas, saludo a
varios amigos y me dan consejos sobre quién votar, algo que no necesito
sinceramente, sin embargo sonrío y continúo la conversación por unos pocos
minutos, tocamos temas políticos, deportivos y hasta familiares.
Una señora vestida de verde me dice: “Flaco pasá”, entro y cuando entrego mi cédula la
señora que revisa en el libro me pide la cédula, lee mi nombre-apellido y los
fantasmas que me persiguen desde hace más de 20 años vuelven a aparecer:
“¿Chávez? (me mira y sonríe), apellido raro, ese apellido tuyo es atípico”. Le
respondo: “¿Atípico, le suena a alemán o inglés? La señora me mira con cara de
pocos amigos y me dice con voz fuerte: “Mijo, mesa seis, la que está pegaíta a
la cartelera del Día de la raza”.
Son varios minutos los que espero para entrar al salón,
durante la espera vi una discusión, la clásica, una señora reclama porque un
muchacho se metió intempestivamente en la cola robándole su turno, el chamo ni
se inmuta, ella pelea se acercan unos militares pero es mi turno de entrar al
salón para votar.
Adentro del salón hay un problema, un señor votó pero
olvidó depositar el papel en la urna, él sale del salón y su esposa al verle el
papel en la mano le explica que debe meterlo en la caja, él se regresa a
introducir su voto, pero los miembros de mesa se lo prohíben y le dicen que
ahora deberá esperar para levantar un acta y que la firmen los testigos. El
tipo se molesta y levanta la voz: “¿O sea que me tengo que quedar aquí? Yo
tengo que ir a trabajar sino me botan”. Una muchacha del Plan República
interviene y le dice que colabore que no saldrá hasta que se cumpla el proceso.
El señor se queda con mala cara mientras balbucea un par de groserías.
Entrego mi cédula y firmo el libro, una señora que ya
está votando pregunta: “¿Se vota por los dos o por uno?. Una muchacha joven que
es miembro de mesa se mira con las demás y responde: “Señora por uno sólo, no
puede votar por los dos, no tendría sentido”, la señora responde algo ofendida,
“Mija no sabía disculpá, que delicada sóis”.
Es mi turno, voto en tres segundos y antes de introducir
el voto en la urna pregunto en tono de broma: “¿Me lo puedo llevar pa´ mi casa?
Yo regreso como a las 3pm y lo traigo”. Todos se ríen menos el señor que sigue
esperando el acta, me mira mal, sonrío mientras mojan mi dedo con tinta, el resultado
es el mismo de siempre, me lleno toda la mano de tinta indeleble, es la misma
marca de los últimos 15 años, esa que dice que voté y que tengo derecho a
quejarme del gobernante de turno.
Afuera una señora con un bebé en brazos pregunta por su
esposo, uno que se le olvidó depositar el voto, el militar responde
tajantemente: “¿Ese es su esposo? Señora, ahí estará un buen rato le recomiendo
que se vaya y vuelva como a la cuatro de la tarde”. Camino rumbo a mi carro me
monto, lo prendo y me voy a la casa a ver el juego entre el Barcelona-Real
Madrid.
Sólo queda saber a qué hora darán los resultados. ¿Será
en la madrugada? ¿Veremos nuevamente una baranda por horas y horas? ¿Quién
ganará? ¿El perdedor gritará fraude?. Faltan “pocas” horas para saberlo.